LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ANTONIO ALZATE (1884-1912)

Abstract

El presente trabajo pretende hacer una reconstrucción de la historia del surgimiento y evolución de una de las sociedades científicas del siglo XIX, que aparece en el segundo periodo de Porfirio Díaz (1884): La Sociedad Científica Antonio Álzate. Sociedad que nace a partir del entusiasmo de unos jóvenes interesados en las ciencias naturales, pero que en ese momento no tienen idea de la importancia que posteriormente adquiriría esta agrupación dentro del círculo científico. Pero más que el entusiasmo inicial de sus fundadores, está el hecho de haber sabido vincularse con los hombres de ciencia de su tiempo, quienes los auxiliaron en allanar el difícil ascenso hacia el reconocimiento como entidad cultural, que únicamente la sociedad podía otorgarle. Eminentes hombres de letras y ciencia, con ya buen camino recorrido entre los que encontramos: a Alfonso Herrera, Mariano Bárcena, Joaquín de Mendizábal y Tamborrel, Ramón Manterola, Santiago Ramírez, Manuel María Villada, por sólo mencionar algunos, mostraron el camino a estos entusiastas jóvenes. Pero, ¿por qué la Sociedad Alzate? Bien pudo haber sido otra. Tener al alcance una fuente tan importante como son sus Memorias· y haber tenido un conocimiento previo por medio de la vida y obra de uno de sus socios, despertó el interés por conocer el devenir histórico de esta sociedad científi:ca. Revisar las Memorias· buscando los primeros datos de esta sociedad que dieran luz sobre quiénes eran sus integrantes, fue un primer paso que marcó el siguiente: buscar bibliografía que contuviera

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datos de ellos; cuestión que desdichadamente no se dio por completo, puesto que sólo se hallaron datos de una tercera parte aproximadamente, punto en parte comprensible si se toma en cuenta que muchos de sus integrantes, no obstante ser en su mayoría profesionista1: médicos, ingenieros, químicos, profesores normalistas, militares de carrera, historiadores, geógrafos, etc., no trascendieron para la historia. Elías Trabulse atinadamente manifiesta el completo desconocimiento de la vida de los científicos nacionales, en contraste con las innumerables biografías, recordatorios y monumentos de los políticos de distintas épocas, en

contraste con el casi anonimato de los primeros, a no ser por sus obras2 y

por ende no se conoce su trayectoria, sus pasos a través de la vida en el ejercicio de su profesión y la pasión que significó la ciencia. Tal vez resultaría, en la actualidad, impensable e ilógico que alguien con profesión de ingeniero topógrafo y geógrafo haya incursionado en el campo de las bellas letras; pero es tanto lo que se ignora de la trayectoria de esos hombres ilustres, a quienes sólo conocemos como de ciencia, del México del siglo XIX, los cuales dieron vida y sentido a asociaciones médicas, científicas, de ingenieros, meteorológicas o aquellas dedicadas a las ciencias naturales, exactas y especulativas, que se olvida que el siglo

1 De hecho fue un rasgo distintivo de esta agrupación, que buscó la profesionalización científica: [En la Sociedad Álzate] no sólo se percibe el afán de la profesionalización, sino también se empieza a señalar la necesidad de facilitar las condiciones de vida de los científicos para que éstos puedan dedicarse de tiempo completo a su actividad. Ana Cecilia Rodríguez de Romo, Las ciencias naturales en el México independiente en Hugo Arechiga y Carlos Beyer (coords.), Las ciencias naturales en México. México. Fondo de Cultura Económica, 1999. p. 122. 2 Elías Trabulse, En búsqueda de la ciencia mexicana en Juan José Saldaña (compl.). Introducción a la teoría de la historia de las ciencias. México. UNAM, 2 ed. 1989. p. 310.

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decimonónico se distinguió por sus intelectuales incursionando en todos o casi todos los campos del saber y conocimiento. Este explorar en distintos campos del saber, igualmente lleva a pensar en la búsqueda de una identidad cultural por parte de estos personajes y los antecesores de ellos, es decir, pasadas las vicisitudes del conflicto armado de independencia y su posterior consumación, su dedicación a incursionar en los distintos campos del conocimiento, si bien parecería muy ajeno a ese propósito, sí denota una intención de búsqueda, de resaltar lo que hacia diferente a la naciente nación y no únicamente en los primeros años independientes, sino a todo lo largo del siglo XIX. Todo el quehacer intelectual se desarrolla, no solamente con la intención de adoptar el conocimiento creado en el exterior, sino también, a través de este, hacer clara distinción de una cultura que nace ya ajena a los dictados externos de una civilización que en un tiempo fuera dominante y nos heredara su cultura, misma que se engarza con las características nativas del país y dan como resultado una civilización y una

cultura con las particularidades propias y las adoptadas. No habría que pasar por alto, que a lo largo de los años de ese siglo otras culturas retroalimentaran esa tarea de búsqueda de una identidad propia. Pero no debe confundirse esto como lo mencionó Elí de Gortari, como una imitación de civilizaciones desarrolladas, sino como la adopción de la forma única que el propio mundo occidental tenía sancionada para reconocer civilizaciones y como la forma estimada válida por México y ser reconocido en ese ámbito.