Please use this identifier to cite or link to this item: https://hdl.handle.net/20.500.12104/92501
Title: Cervantes, Novo y Othón: estudio de una imitación. Reelaboraciones del personaje de Don Quijote
Other Titles: Reelaboraciones del personaje de Don Quijote
Author: Medina Trujillo, Jorge Antonio
metadata.dc.contributor.director: Schmidhuber De La Mora, Guillermo
Advisor/Thesis Advisor: Peña Doria, Olga Martha
Galván Dávila, Ma. Mercedes
Keywords: Cervantes;Novo Y Othon: Estudio De Una Imitacion.
Issue Date: 29-Oct-2021
Publisher: Biblioteca Digital wdg.biblio
Universidad de Guadalajara
Abstract: Desde que se publicó El Quijote en 1605 no pasó desapercibido. En poco tiempo se convirtió en objeto de admiración y envidia de propios y extraños. La notoriedad fue tal, que en 1614 apareció la segunda parte, pero no bajo la pluma de Cervantes, sino de otro escritor —hasta la fecha no identificado— que usó el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda, y cuyo libro pasaría a la posteridad bajo el nombre de El Quijote Apócrifo. No obstante, esta continuación ilegítima no fue la primera imitación en realizarse. En 1606 Guillén de Castro, basándose en El Quijote, escribió una comedia: Don Quijote de la Mancha. Durante este siglo —XVII— y los venideros, llevar a El Quijote al escenario se volvería en algo recurrente. Aún hoy, en lo que va del siglo XXI se han hecho muchas adaptaciones y recreaciones de la novela cervantina al teatro. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué es lo que ha motivado a diversos dramaturgos, a lo largo del tiempo, a escribir dramas basados en las aventuras del caballero manchego?, ¿cuáles son las disimilitudes entre una imitación, una adaptación y una recreación teatral?, ¿cuál es el método más apropiado para dramatizar un texto narrativo?, ¿por qué ha sido el teatro el género literario que más ha tomado —como base o como pretexto— la historia de Don Quijote? Estas y más preguntas nos surgieron cuando nos encontramos con dos obras teatrales mexicanas: El último capítulo (1905) de Manuel José Othón (1858-1906) y Don Quijote. Farsa en tres actos y dos entremeses (1947) de Salvador Novo (1904-1974). Esta propuesta de investigación se enmarca en la «Teoría y Crítica Literaria» aunque, también puede considerarse —en menor medida—, como un aporte en la línea de la «Historia de la Literatura Mexicana», pues ambas obras teatrales no son incluidas en la mayoría de las antologías literarias, o simplemente no son tomadas en cuenta. Un claro ejemplo de ello, es la obra de Othón, pues El último capítulo (1905) carece de una clasificación apropiada, en lo que a las etapas cronológicas de la literatura mexicana respecta. De manera inequívoca debido al periodo en el que desarrolló su literatura representativa, Othón pertenece al Modernismo, especialmente por su poesía (que no deja de tener aspectos muy clásicos). Esto no quiere decir que no hubo reminiscencias de las corrientes literarias anteriores, pues hay que tomar en cuenta que la última década del siglo XIX y la primera del XX, el Modernismo comenzó a surgir entre los rescoldos del romanticismo y una fuerte influencia del parnasianismo y el simbolismo, pero con la meta clara de buscar una nueva estética creativa. A pesar de ello, el teatro mexicano no avanzó tan rápido como los otros géneros —en especial el de la poesía, que se movió a grandes pasos—, pues seguía teniendo una fuerte raíz en el romanticismo y en la influencia de la dramaturgia española. De manera general, el teatro de finales del siglo XIX busca conmover y ser efectista. Al respecto, José Peñalosa — refiriéndose a Othón— nos dice: “Su obra dramática, en la que puso tanta ilusión y empeño, no añade elementos de renovación para transformar el teatro romántico y efectista imperante, sino que continúa la corriente impuesta en España por José de Echegaray” (1997a, p. 7). En lo concerniente a su producción de narrativa, comenzó como romántico, pero terminó siendo un escritor realista en la mayoría de sus cuentos. A propósito de ello, Peñalosa nos dice: “…los otros nueve [cuentos] que escribió se inscriben en el realismo que privó en su tiempo […] que no son el fruto de una fantasía abstracta y soñadora, sino de la expresión de una experiencia real y vivida frente a las costumbres y supersticiones de los campesinos” (1997a, p. 17). Con esto vemos que los diferentes géneros que desarrolló lo enmarcan en el Romanticismo, el Realismo y el Modernismo, imperando este último, pues su producción poética fue superior en comparación con su narrativa y su dramaturgia. A lo largo de veintitrés años escribió once cuentos, en contraposición con los doscientos veinte poemasque produjo. Con esto concluimos que Othón es primordialmente poeta, antes que dramaturgo o narrador. En el desarrollo propio de la tesis —en el Capítulo II— se plantea retomar y desarrollar estas oposiciones de una manera más detallada. Este estudio no pretende ser exhaustivo ni pormenorizado. A través de la teatralidad presente en la novela de Don Quijote, se establecerán las variables y puntos de partida que ayudarán a denotar la equiparación que se planea realizar; principalmente, entender el proceso de trasvase de la narrativa a la dramaturgia. En otras palabras, la presente investigación se centrará en un estudio comparativo de imitaciones de El Quijote con dos piezas teatrales mexicanas, una perteneciente al Modernismo y la otra al Vanguardismo (y más específicamente, el grupo de Los Contemporáneos). Sólo para contextualizar las influencias de creación que rodearon la producción de estas dos obras teatrales —pues el objetivo de estas páginas no es presentar un estudio amplio de las corrientes literarias en México—, explicaremos en qué consistieron dichas etapas. El Modernismo surgió en la lengua española por las influencias de José Martí y Rubén Darío. El movimiento buscaba superar al realismo fuertemente unido al positivismo, para establecer una nueva estética con una tematización que tendió al cosmopolitismo y a contraponer las viejas formas con las nuevas, sobre todo en las definiciones de belleza, que no sólo abarcaban a las imágenes y ambientes plasmados en la literatura, sino en la expresión idiomática misma1 . Este movimiento fue muy importante en Hispanoamérica porque significó la cimiente de una literatura latinoamericana que se separaba de los cánones y pautas europeas para así dar lugar al regionalismo y al nacionalismo —a veces demarcado por una crítica social—, a una literatura propia. No obstante, estas nuevas reglas estéticas florecieron más en la poesía, pues el teatro modernista se vio opacado por las reminiscencias del romanticismo que se manifestaban a través de las influencias europeas del parnasianismo y otros movimientos posrománticos. En el caso de «Los Contemporáneos» 2 fue una “…generación así llamada por ser éste el título de su revista más difundida. ‘Grupo sin grupo’, los aproximaba más el modo de vivir la vida, que la posición ideológica desde la cual la enjuiciaban; más el rigor profesional, que el cuerpo de ideas estéticas que practicaban” (Carballo, 2003, p. 259). Trabajaron varios géneros literarios destacando por su producción poética aunque, fuera del campo literario, se interesaron por la diplomacia, el magisterio, el periodismo y su relación con otras ramas del arte. Ellos lograron traer un tinte más universal y experimental a la literatura mexicana que se había consolidado con un fuerte nacionalismo, sobre todo en los primeros años subsiguientes a la culminación de la Revolución Mexicana. En pocas palabras, podemos decir que el vanguardismo fue su campo de acción principal. En el caso del teatro, se buscó la literatura moderna que, propiamente, no vio la luz durante el modernismo en lo que a la dramaturgia se refiere. Esta vertiente del teatro tiene su origen en la revista Ulises que fue dirigida por Salvador Novo, Gilberto Owen y Xavier Villaurrutia y que, más tarde, bajo el auspicio económico de Antonieta Rivas Mercado, alcanzó un punto álgido con la apertura del Teatro Ulises, que aunque era modesto, sirvió para representar las nuevas tendencias literarias, alejándose así de la fuerte herencia española, de la Comedia Mexicana —que era lo más comercial en los años veinte— y del teatro con tintes nacionalistas. El movimiento experimental prima sobre los problemas morales con tintes didácticos que imperaban en ese entones y hubo una fuerte influencia francesa y anglosajona. Es importante destacar que el desafío de comparar estas dos obras no reside en su diferencia de corrientes literarias, sino en su pertenencia a distintos géneros escriturales, ya que hay que analizar el Don Quijote de Cervantes —perteneciente a la narrativa—, en contraposición con las dos obras teatrales propiamente dichas, concernientes a la escritura dramática. Acorde con ello, surgen las siguientes hipótesis: 1) Salvador Novo y Manuel José Othón utilizan la teatralidad presente en el Quijote para hacer sus adaptaciones teatrales, basándose primordialmente en la metaficcionalidad e intertextualidad y la adaptación humorística festiva (pero alejándose de las particularidades del teatro español realista que se seguía utilizando en las primeras décadas del siglo XX3 ), demostrando así que Cervantes utilizó técnicas teatrales y aspectos de la teatralidad para configurar su novela; y 2) La obra Don Quijote. Farsa en tres actos y dos entremeses de Salvador Novo consolida el teatro propiamente mexicano, pues consigue salirse los lineamientos del teatro español, para buscar la expresión del teatro mexicano, pero sin caer en un nacionalismo costumbrista e ideológico, dando pie así no sólo a una mayor producción textual por parte de otros dramaturgos, sino también a la profesionalización de todo lo implicado en una puesta en escena.
URI: https://wdg.biblio.udg.mx
https://hdl.handle.net/20.500.12104/92501
metadata.dc.degree.name: MAESTRIA EN ESTUDIOS DE LITERATURA MEXICANA
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