LAS VIEJAS HISTORIAS

Abstract

Se ha tomado como algo natural que el rostro más feroz de la exclu- sión y la desigualdad social sea el de una mujer indígena; -en muchos

sentidos al igual que las mujeres pobres de todos lados-, es mujer, es

indígena y es excluida, situación ancestral que la ha tenido en condi- ciones de desnutrición, falta de educación, carencia de oportunidades

para desarrollar sus capacidades y talentos, para ejercer sus derechos

políticos, pero sobre todo, la ha tenido viviendo de cara a un fuerte so- metimiento a la voluntad masculina en su vida privada, situación que

contrasta con la actual dinámica socio económica que la requiere con igualdad. Esta triada mujer, indígena y pobre, que resume la terrible realidad

de qllienes son mujeres indígenas viviendo dentro o fuera de sus comu- nidades, en el campo o en las zonas marginadas de las ciudades, reflejan

las condiciones de pobreza más injustas y de discriminación y sujeción a modelos patriarcales fuertemente machistas. Pero las condiciones de pobreza y exclusión no reflejan toda la crudeza y deshumanización que viven cotidianamente las mujeres indigenas, pues aunado a su situación desgarrante, enfrentan la violencia cotidiana en el seno de sus familias y en el propio grupo donde viven.

Las comunidades indigenas tienen el derecho constitucional de re- girse por los usos y costumbres, los que deben sujetarse al marco que

señala la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a la cual

estas comunidades deben alinear sus formas tradicionales de organiza- ción y funcionamiento. Los derechos de las mujeres a la igualdad con los

hombres, sus derechos a una vida libre de violencia son entonces marco de referencia ineludible para el funcionamiento de los usos y costumbre, los que bajo ninguna circunstancia pueden desconocer estos derechos de las mujeres.