Alvar Aalto y Luis Barragán, paralelismos en sus trayectorias.

Abstract

Por el año de 1979, cuando cursaba la carrera de arquitecto, aprendí un esquema según el cual la obra de Alvar Aalto puede clasificarse dentro de tres grandes etapas:

• Un primer periodo blanco • Un periodo rojo • Un segundo periodo blanco Para ejemplificar la clasificación, se señalan ciertas obras como las más representativas de cada etapa:

• El Sanatorio para Tuberculosos en Paimio (1929-1933), La Biblioteca de Vi ipuri ( 1930-1933) • Los Dormitorios Baker para el MIT en Cambridge, Massachussets (1947- 1948), el Ayuntamiento de Saynatsalo (1949-1952), la Casa de Verano del propio Aalto en Muuratsalo (1953), la Casa de la Cultura en Helsinki (1955- 1958) • El Centro Cívico (ayuntamiento, biblioteca, sala de conciertos, oficinas, iglesia y centro parroquial) de Seinajoki (1956-1969), la Casa Finlandia (sala de conciertos y centro de convenciones) en Helsinki (1962-1975) Fue en esa misma época en que me enfrenté por vez primera a una postura que entonces me pareció (me lo sigue pareciendo) demasiado pobre, estrecha, simplona e inadmisible: pretender encasillar la producción arquitectónica del siglo veinte por medio de etiquetas, nombres de estilos y descripciones formales superficiales.

Diez años después, en mayo de 1989, como colaborador del Instituto de Urbanismo de la Universidad de Stuttgart, fui invitado por la European Association for Architecture Education a participar en un congreso en Finlandia, ocasión que aproveché para programar un amplio recorrido por el territorio y un estudio inicial de las obras de Aalto in situ. Ahí fue cuando descubrí que el Ayuntamiento de Seinajoki, encasillado dentro del segundo periodo blanco de la obra de Aalto, no es blanco, sino que su fachada frontal está recubierta con un tipo de cerámica en tono azul índigo, muy oscuro. La planta de suministro eléctrico en Otaniemi, construida entre 1960 y 1964 (es decir, cronológicamente también ubicada en el mismo periodo), tampoco lo es, y la Universidad Técnica de Otaniemi (1960-1969) está hecha a base de ladrillo ("rojo"), pero con una remarcable excepción: el área destinada a la sección de arquitectura está recubierta de mármol ("blanco").

A mi regreso a Alemania (donde viví entre 1986 y 1989), dediqué muchas horas de las siguientes semanas a revisar, ordenar y analizar, tanto el material gráfico y documental recabado en Finlandia, como mis observaciones y reflexiones. Entonces llegué a la conclusión de que las obras y trayectoria de Aalto evidencian una búsqueda muy ambiciosa, probablemente más intuitiva que consciente, inseparable de ese difícil y escurridizo concepto llamado identidad, y me pareció necesario contextualizar dicha trayectoria en relación con el devenir histórico del país natal de Aalto, Finlandia, dado que el propio país expresa la misma búsqueda a través de su historia, reflejada inevitablemente por medio de la arquitectura. De manera simultánea, me di cuenta que algunos principios de mi análisis podían aplicarse con la misma validez a la trayectoria de otro de los grandes maestros de la arquitectura del siglo veinte, el mexicano Luis Barragán, y del devenir de México expresado en distintos momentos por ese "testigo insobornable de la historia" (Octavio Paz díxit) que es la arquitectura.