Ciberviolencias sexuales: Experiencias de alumnas del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) y del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI) de la Universidad de Guadalajara.

Abstract

Dentro de una sociedad mediatizada (Deuze, Blank y Speers, 2012), donde los medios de comunicación y sus tecnologías están incrustados en nuestras prácticas cotidianas, convirtiéndose en el eje central de nuestras vidas, no solo resulta de importancia observar la influencia de las tecnologías y los espacios digitales en nuestras sociedades, sino también se considera indispensable desarticular algunos de los usos que se le dan a la tecnología, tanto Wajcman (2006) como el tecnofeminismo han advertido que la tecnología es patriarcal, diseñada por y para hombres, por lo que sigue perpetuando las relaciones de poder entre hombres hacia mujeres de formas más sofisticadas y sutiles.

Es por esto que se hace presente la intención de observar las ciberviolencias sexuales, entendidas como las manifestaciones sexuales y lascivas, no deseadas, que tienen la función de afirmar las relaciones de poder a partir del género, a través del uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC’S) y el Internet han posibilitado ejercer violencia de género y sexual dentro de los espacios digitales. La reproducción de actos misóginos en espacios digitales, medios de comunicación y procesos tecnológicos han impactado principalmente en las formas en que las mujeres viven su sexualidad y deciden sobre sus cuerpos.

En tanto se continúe normalizando y justificando las violencias sexuales, por la idea de que la sexualidad masculina es “incontrolable” (Abundancia, 2019), y se siga pensando que la sexualidad femenina es para el control, no se podrán habitar los espacios digitales de forma tal que permitan el desarrollo de habilidades, mermando la participación social femenina al utilizar estas tecnologías y espacios para perpetuar la violencia de género en lo digital que, como mencionaba Calleja (2016), no tendría que ser considerada menos que la violencia física, ya que los efectos que ésta tiene en las mujeres son reales, en la medida que siguen permitiendo y sosteniendo formas asimétricas de relacionarnos de hombres hacia mujeres.