Detrás del hábito. Las Hermanas Josefinas como enfermeras en el Hospital del Refugio, 1893-1935

Abstract

no hemos perdido del todo como podrá ver por los documentos que adjunto. Hoy vinieron esos distinguidos señores a saber en qué disposición estaba esta su servidora, contesteles con firmeza que estoy dispuesta a obedecer hasta lo último a la Autoridad Eclesiástica, me pidieron una disculpa por el ultraje hecho a Margarita de la Rosa y les hice saber que a Margarita no le han hecho nada, que el ultraje y el atropello se lo han hecho a la Congregación Religiosa que indignamente represento en esta casa. Ahora se ha convertido en despacho el cuarto No. 5 y su servidora en un enfermo distinguido que lo habita. Es muy difícil nuestra situación […], parece que la aflicción ha hecho revivir el fervor y todas se esfuerzan por poner lo que está de su parte. Es mi consuelo en los momentos actuales. Los renglones de arriba forman parte de una carta escrita en 1935 por la directora de un hospital católico.1 El motivo era informar a sus superiores, sobre la situación por la que atravesaba junto a su equipo de enfermeras. Los propietarios de los edificios buscaban expulsarlas, no por sus malos manejos, sino porque se volvieron el blanco de la Procuraduría General de la República, lo que significaba que el hospital no sólo podía ser incautado, sus administradoras caerían en manos de la justicia, junto a los propietarios. Lo cierto es que todas eran religiosas de vida activa,2 por lo que el establecimiento –ante los ojos de las autoridades civiles–, se volvía anticonstitucional. El descubrimiento de un juicio eclesiástico celebrado en Roma, donde participaron aquellas mujeres, condujo a los agentes de justicia a sospechar que en aquel poblado, un grupo de monjas se mantenía al frente de un hospital clandestinamente católico, lo que contravenía la fracción III del artículo 27 constitucional.