El laberinto de la cultura

Abstract

Si una función caracteriza el tiempo que actualmente vivimos, es la función de significar. Las grandes ciudades contemporáneas han devenido contextos en los que las primeras necesidades están lejos de limitarse a la alimentación, la vivienda, el vestido y la medicina. Instalados en el vertiginoso escenario de la cultura urbana, los individuos del siglo XXI abordamos los espacios públicos y los privados y ejercemos la acción prioritaria de significar. Sin embargo, la trascendencia de este evento para los investigadores de las ciencias sociales no radica tanto en la frecuencia de su aparición como en el hecho de que esta propensión a portar signos en la vida social y en la vida privada, puede llevarse a cabo de manera intuitiva, inconsciente o consciente por parte del usuario de signos. Este hecho dota de una particular complejidad el fenómeno de significar, lo que implica, a su vez la formación de un terreno fértil para la investigación semiótica. El individuo no realiza la significación de manera directa. La relación que se establece entre él y los signos que utiliza, sean socio-lingüísticos, del vestido, del esparcimiento, entre otros, es una relación compleja porque ahí entran en juego las creencias, los prejuicios y, en general, las expectativas del sujeto que utiliza los signos, las de quienes atestiguan tal uso de signos, y las del gran fantasma socio-semiótico que suele dibujar y desdibujar lo que los signos nos murmuran a cada uno cuando actuamos ante otros, o cuando presenciamos la actuación de otros.